Yagüe Bosch, Javier
Ese extraño ser desmembrado y asimétrico, que abre en la página sus cuatro extremidades ofreciendo un incómodo abrazo, es para el poeta de Occidente una presencia fatal, orgánica, como la del padre o la de una deidad atávica a cuyo influjo es imposible sustraerse. Se puede vivir con él o contra él, jamás libre de él. [ ] Escribí mi primer soneto cuando tenía, creo, dieciocho años [ ]. Desde entonces, me asomé intermitentemente a los vértigos que produce la manipulación del temible artilugio: temible, sí, pues ya advertía Fernando de Herrera, en 1580, que en el soneto «es grande culpa cualquier error pequeño». [ ] El resultado de todos esos empeños es este libro, compuesto enteramente por sonetos de factura clásica y rima regular (uno de ellos en francés) [ ]. Reúno así los frutos de un intento pasado y concluido: proyecciones de una persona poética que quiso trabajar en el taller de los clásicos, tal vez respirar con ellos. Es probable que vuelva a traducir sonetos, no a escribirlos de primera mano: como el niño que seriamente juega a ser otro poniéndose una careta.