Matías Crowder
Una gigantesca duna recorre los campos de Trenque Lauquen, una pequeña población de la provincia de Buenos Aires, abrasando los pastos, los cultivos, obligando a marcharse a muchos pobladores.
Como si tuviese vida propia, o como si la dirigiese alguna voluntad, la duna va trazando en su recorrido una asombrosa figura. Hay varias maneras de desactivarla. Una es cazarla como a una fiera, para lo que el ingenio humano discurre una trampa descomunal. La otra se dice más deprisa, pero es más compleja: consiste en entenderla.
Alrededor de la duna va y viene una variada galería de personajes. Vemos, con el telón de fondo de la Campaña al Desierto, indios que están siendo diezmados, soldados que luchan a cambio de áridas tierras, familias de colonos que se enfrentan a la fatalidad y a la barbarie, sacerdotes decididos
La pericia narrativa y el poder verbal con que se plantea esta intriga hacen que unas partes de la historia resuenen en otras, que todo lo que vemos parezca símbolo de otra cosa, de algo que no vemos.
La duna, a la vez que una fascinante recreación histórica, es una metáfora del misterio de la existencia.