Gil García, Santiago
¿Hay algo que pueda realmente transmutar la ruina, abrigar en la desgracia, explicar por qué un poemario lleno de pérdida y nostalgia acaba, sin embargo, con una llamada al optimismo? Sí, lo hay, y está también entre sus páginas: la literatura y las palabras son guantes que calientan las manos y el alma, piedrecitas incandescentes que dejan en cada uno un rastro, un poso, un rincón en el que albergarse cuando hace frío, como esas plumas de aves que persisten en echarse a volar de nuevo cuando se barren.